martes, 4 de septiembre de 2007
LA MUCHACHA DEL CURA
Heber Ocaña Granados
El lugar era desolado, y por esos años muy fácilmente se podía escuchar el griterío colérico de los grillos y el trote largo de los caballos. A los del pueblo, se les podía contar con los dedos de las manos. La paciencia y el silencio dominaban el lugar.
Los visitantes llegaban a pie o a caballo, entraban por una calle de chozas indias, con dos o tres casas de adobes, una que pertenecía al teniente gobernador D. Luís Maguiña, viejo tendero, respetable, que parecía reycito entre sus paisanos.
Rubén Proctor, inglés y partidario de la libertad hispanoamericana, era un excelente trotamundo. Hizo su recorrido por la costa peruana y pudo observar a su arribo a Huarmey, un cura que dirigía la parroquia. "Hombre instruido que me entretuvo con sus cuentos sobre las costumbres de los indios del interior (valle de Huarmey) entre quienes había residido y cuya lengua conocía”.
Proctor hace algunas revelaciones sobre las pocas edificantes costumbres del cura de Huarmey; "Una preciosa muchacha, interesante, dolada de una voz melodiosa y dulce, entretenía las horas del sacerdote, y rompía el silencio y monotonía del ambiente lugareño con canciones, que venían acompañada con el trinar de una guitarra", El cura Gavino Uribe, natural de Aija, Jefe de los guerrilleros de Huarmey y pueblos de las vertientes, desempeñó el curato de Huarmey desde 1820 hasta 1850, año en que fue aceptada su renuncia y declarada vacante la parroquia.
Luego de su renuncia, sirvió voluntariamente a la doctrina de Huarmey, porque en ella, había encontrado el sosiego, la libertad, y veía pasar el tiempo sin reproche, mas bien con santa paciencia y devota resignación, porque la voz de la muchacha que el cura tenía como compañía en sus momentos de ocio y descanso, animaba sus instintos de varón y le hacía sentir los aires frescos del silencioso pueblo de chozas indias y casas de adobes. Hizo construir la iglesia, fundó además dos escuelas para varones y niñas: y todo con su propio peculio, y es que cuando los hombres aman, dejan a su vida perderse por su pasión, y se olvidan de su condición. La india fue la única que pudo complacer sus gustos sin reproche. Las tardes eran convertidas en música; y las noches, en quejidos excitantes, que las sordas imágenes de la parroquia, no alcanzaban a oír, eran mudos testigos de aquellos amoríos ocultos.
Gavino Uribe, hizo sus estudios en el seminario de Santo Toribio de Mogrovejo, ordenándose de sacerdote y se doctoró en la Universidad de San Marcos, en la facultad de Derecho.
Cuando tuvo que regresar a su tierra Aija, tuvo intenciones de volver cada cierto tiempo a su antiguo lugar de trabajo y descanso; Huarmey. Esperaba que la luna iluminase la noche y el tiempo sea despejado, los caminos de herradura eran angostos y no era nada seguro el viaje. Por ello, hizo construir un nuevo camino entre Aija y Huarmey.
El cura nunca pudo olvidar a la bella muchacha india, la conoció para que muriera conjuntamente con su recuerdo. La vida le había prodigado una bella ilusión, la bella Warmy había sido para él, como el río es para el mar o la luna es para el sol.
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1 comentario:
Hola... primeramente te quiero agradecer por la publicacion en tu blogs sobre un relato mio, texto que integra el libro: RELATOS DE LA BELLA WARMY.. por otro lado... en ningun lugar aparece tu nombre.. seria bueno saber quien eres... gracias.. este blogs lo encontré buscando en google..gracias..
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